17 octubre 2017
Asana
Cada persona es única e irrepetible por millones de matices. La vía del yoga, como ya hemos nombrado en otros artículos, nos relaciona con el cuerpo a través, entre otros instrumentos, de las distintas asanas.
En las estructuras de clases de occidente las posturas están muy presentes, aunque recordemos que son solo una pequeña parte de esta gran disciplina. Entendamos que la expresión física de una postura encierra un rico mensaje que hay que aprender a deshojar, y en este artículo se pincelan algunos.
Punto de partida:
- Ahimsa
La puerta del yoga se abre con este principio, ahimsa (no violencia). Este término, sacado de los yamas (principios éticos y morales) abre nuestra relación con el mundo y los demás.
También se puede aplicar este principio al cuerpo en el que habitamos, no violencia con uno mismo. En relación con las asanas, hay que descubrir con nuestra propia experiencia sobre la esterilla, este concepto de ahimsa.
Relacionarnos con nuestro cuerpo de un modo saludable, humilde, sin hacernos daño, sin agresividad y falta de escucha. Esto nos lleva al siguiente punto.
- Respetar nuestras limitaciones
Cada persona, cada cuerpo, cada día, semana y estación son distintas. Por tanto, debemos conocer a través de nuestra práctica nuestras propias limitaciones y cambios.
Escuchar activamente y entender los límites, avisos y señales del cuerpo. Esto quiere decir:
- Conocer hasta dónde soy capaz de profundizar en una asana, por cuenta propia o de forma asistida por un profesor cualificado.
- Reconocer las señales que nuestro cuerpo insiste en mandarnos para notificarnos que estamos saliendo de territorios conocidos de modo imprudente.
- Atender a los avisos en forma de tirones, molestias anómalas, agujetas muy intensas, estados emocionales fuera de contexto, exceso de vibración o temblores, etc.
- Descanso, sueño y recuperación:
Que un estudiante dedique dos horas diarias a la práctica de yoga, no quiere decir necesariamente que tenga que desarrollar una exigente secuencia de asanas al máximo rendimiento. Se debe aprender a modular con sabiduría la intensidad y duración de la práctica de acuerdo al momento y circunstancia que nos toca vivir. El descanso correcto, las horas de sueño necesarias y una adecuada alimentación son el combustible que forjan una correcta recuperación.
- Conocimiento, información y formación:
La información y conocimiento que tengas de todo aquello que se recoge desde la piel hasta los huesos, a través de la lectura, talleres u otras disciplinas, mejora y asegura tu relación con el cuerpo.
- Paciencia
A veces vemos a personas en clase que hacen cosas muy difíciles. Normalmente suele ser fruto de horas de dedicación, aunque, es cierto, que hay personas con anatomías muy proporcionadas y antecedentes de otras disciplinas físicas que les permiten un desarrollo de asanas más complejas que para otras.
Dos principios para situarnos en el lugar que nos corresponde:
- No te compares. Eso no es nada más que leña al fuego y alimento al ego. No hay crecimiento, ni engrandece a nadie, tratar de parecernos o hacer las cosas mejor que el compañero de al lado. Si quieres una buena comparación hazlo contigo mismo, valorando tu propio camino.
- No tengas prisa. Los grandes logros en el desarrollo del asana suceden con mucha paciencia, lentitud, fe, perseverancia y una correcta y abierta actitud hacia el desarrollo de aproximaciones nuevas para provocar resultados diferentes.
- Equilibrio
Como reza el sutra «Shira sukham asanam». En la postura, trata de equilibrar las fuerzas de la tensión que proyectas con el arte de saber soltar.
Más o menos todos sabemos entrar con intención en el asana, pero lo que no es tan obvio, es aprender a soltar, a relajar, a abandonar. Es un proceso lento y arduo que se forja por la repetición de la postura sobre la esterilla. El sistema nervioso se va reprogramando y equilibrando para balancear la práctica.
- Cuando hayas alcanzado el asana lo sabrás.
Ten fe. Más tarde o temprano, y cuando menos lo esperes, el asana en su máxima expresión sucede y es un vehículo precioso para que en él, también habiten el resto de las ramas del yoga: Pranayama, Pratyahara, Dharana, Dhyana, Yamas y Niyamas.
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